El camino a casa
PEN-TE-COS-TÉS
Historia 1 – Hechos 1:12-2:47
A Judit le encantaba leer especialmente en las tormentas y este era uno de esos días. Afuera, el cielo estaba nublado y la lluvia hacia ruido en el techo corriendo sobre la ventana.
Abriendo su Biblia en el libro de los Hechos, ella pensó: “¡Qué día tan bueno para leer!” Se sintió muy bien y estaba entusiasmada porque su cumpleaños se acercaba muy pronto.
Cuando empezó a leer se topó con una palabra nueva, una que nunca había visto antes. “Pen-te-cos-tés” la pronunció muy despacio y en lo que iba a la cocina, Judit preguntó despacio y en voz alta “Oye mamá, ¿qué significa esta palabra? Dice Pen-te-cos-tés” Su mamá respondió: “Es el cumpleaños de la iglesia” y dejando lo que estaba haciendo, su mamá la tomó cariñosamente de la mano y la llevó a la sala. Juntas se sentaron en su silla favorita y abriendo su Biblia donde había leído esa palabra, su mamá empezó a decirle toda la historia del Pentecostés.
Después que Jesús resucitó de los muertos, se pasó cuarenta días caminando y platicando con sus amigos cercanos y sus seguidores. Estaban muy entusiasmados que Jesús estaba vivo nuevamente y pusieron mucha atención a cada palabra que él les decía acerca del reino de Dios.
A Jesús le gustaban mucho las montañas y a menudo se iba a hablar con Dios allí. Sus amigos lo querían mucho y no querían dejarlo solo, así que un día sus discípulos y unos amigos lo siguieron a un lugar muy especial llamado el Monte de los Olivos. Antes que saliera al lugar especial, Jesús les dijo que el Espíritu Santo vendría a enseñarles a predicar a todo el mundo a cerca de él. Cuando Jesús terminó de decirles del Espíritu Santo, algo muy extraño pasó. Vieron con asombro cómo una nube bajaba del cielo rodeando a Jesús, cuando de repente la nube se lo llevó y desapareció de vista. Nunca jamás habían visto algo como esto, no podían creer lo que veían y se quedaron allí viendo hacia el cielo.
Pero, eso no es todo, dos ángeles aparecieron junto a ellos y les preguntaron por qué estaban viendo hacia el cielo. Los ángeles dijeron: “Este Jesús que ustedes ven ascender al cielo, regresará de la misma forma que lo han visto irse.” Les dio mucho gusto oír eso, pero no sabían qué pensar de todo lo que habían visto. Estaban muy confundidos y no sabían que más deberían hacer. Uno de ellos recordó que Jesús les había dicho que se quedaran en Jerusalén. Así que, hablando y sintiéndose muy entusiasmados de todo lo que había pasado, regresaron a la ciudad en el camino polvoso.
Los discípulos y algunos amigos de Jesús se reunieron en un cuarto grande para platicar de la partida de Jesús en la nube. Disfrutaron comiendo juntos y compartiendo tiempo con todos. De repente, otra cosa extraña pero maravillosa les pasó. Como del vacío, se escuchó un viento recio que sonaba como si hubiera un tornado allí mismo en el cuarto. Pero eso no fue todo, vieron lo que se parecía a dos llamas de fuego encima de la cabeza de los apóstoles, (los apóstoles eran los hombres que Jesús había escogido para su obra especial.) Como si no fuera poco, ¡fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes idiomas, idiomas que ellos ni sabían! El viento recio que la gente escuchó y los apóstoles hablando en idiomas diferentes, los hizo preguntarse qué estaba pasando.
Gente de todas partes vino para averiguar lo que estaba sucediendo. Estaban muy asombrados, especialmente al escuchar diferentes idiomas ya que sabían que los que se encontraban en ese lugar eran de Galilea y solamente sabían su propio idioma. Junto con los demás apóstoles, Pedro se levantó y empezó a predicar a la multitud. Les explicó que ellos no estaban borrachos y lo que veían y escuchaban venia del poder del Espíritu Santo. Así mismo, empezó a predicar profecías del Antiguo Testamento, también les habló de la crucifixión de Jesucristo.
La mamá de Judit pausó en lo que su hija encontraba el pasaje y después comenzaron a leer juntas. Leyeron cómo la multitud se sintió tan mal cuando Pedro terminó su sermón y estaban “profundamente conmovidos”, y le preguntaron que debían hacer. Judit interrumpió y rogó que ella misma leyera el resto de la historia, y su mamá sonriendo muy conforme, le dijo que sí. Ansiosa, Judit continuó leyendo lo que Pedro le contestó a la gente cuando le preguntaron qué debían hacer. Pedro dijo: “Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo.”
Judit continuó leyendo en silencio por un momento. Enseguida dijo con asombro: “Mira mamá, ¡tres mil personas hicieron lo que Pedro les dijo que hicieran!” Con lagrimas de gusto, su mamá dijo: “Claro que sí, ese glorioso día del Pentecostés fue el nacimiento de la iglesia. Todos los seguidores de Jesús eran como una familia de hermanos y hermanas. Los que tenían dinero lo compartían con los que no tenían, también algunos con tierras y casas las vendían y donaban dinero a los pobres. Todos eran muy felices alabando a Dios, dando y recibiendo amor entre todos. Cada día los que obedecían lo que Pedro les había dicho, ¡Dios los añadía a la Iglesia!”
Judit cerró la Biblia, abrazó a su mamá y en ese momento, escucharon un trueno y vieron un relámpago que alumbró la noche obscura. “Escucha la lluvia”, dijo su mamá. Entonces acurrucándose, Judit le respondió: “Mamá por favor, dime el resto de la historia bíblica, la que habla del Camino a Casa.” Su mamá respondió como se esperaba: “Bueno primero, ayúdame a ponerle más leña al fuego, y después terminaremos con toda la historia hasta llegar a El Camino a Casa juntas.”